Fracasemos juntos, pero con un plan
Camila Sánchez Directora Emprendemos +
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Camila Sánchez
“Si quieres aumentar la tasa de éxito, tienes que aumentar la tasa de fracasos”, dijo una vez Tom Watson, fundador de IBM.
En Chile somos campeones en lanzarnos a emprender, casi la mitad de nuestra población adulta (49%) tiene intención de hacerlo. Esto supera por lejos los promedios de América Latina (33%), países de alto ingreso (18%), la APEC (22%) y la OCDE (15%). La actividad emprendedora (TEA) en etapas iniciales ha llegado a 25,1%, según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), pero también somos buenos para desertar en el camino.
El porcentaje que fracasa y cierra sus negocios es más del doble que el promedio de los países miembros de la OCDE encuestados por el mismo GEM. Sin duda, muchos expertos y varios exitosos emprendedores sugieren que el fracaso ha sido la escuela más efectiva para aprender y mejorar, siempre y cuando se tengan en cuenta los errores cometidos para enmendarlos. Pero, ¿qué es lo que realmente lleva a “colapsar” al emprendedor chileno para que termine haciendo agua su negocio?
Me toca ver de cerca que los emprendedores tienden a creerse una especie de pulpo multifacético, que se siente capaz de hacer de todo solo y poseedor de conocimiento suficiente para abarcar un negocio. Lamentablemente, este mismo comportamiento los tira por la borda al poco tiempo, sin mediar mucho aviso, porque no logran llegar a consolidarse.
Los emprendimientos establecidos, que llevan más de 42 meses, son sólo un 9%. Es cierto que muchas veces el emprendedor chileno peca de ingenuo. Cree poder hacer de todo y el camino pedregoso le enseña a punta de tropiezos que debe aprender y apoyarse en otros, antes de que lo pille la máquina.
Por eso es fundamental antes de partir cualquier proyecto identificar qué soluciones dará el producto o servicio y si se ajusta al mercado. Armar un plan y modelo de negocios, apoyarse en especialistas, delegar, entender la importancia de un equipo, analizar las opciones de financiamientos a corto y largo plazo, evaluar escenarios para minimizar riesgos, prepararse anticipadamente y no ir probando en el camino que probablemente lo lleve a ser un porcentaje más de los que desertan. Y lo más importante aún, pedir ayuda, apoyarse en otros.
Son pocos los que triunfan y probablemente esos mismos fueron los que fracasaron muchas veces antes, no por nada los emprendedores “veteranos” (segundo o tercer emprendimiento) son los que logran mayor efecto en el ecosistema. En el último tiempo ha crecido muchísimo la ayuda que se le ofrece al emprendedor, tanto privada como estatal.
Somos un país envidiable en recursos y herramientas disponibles. Parte del proceso de emprender significa estar constantemente aprendiendo y para eso el networking cumple un rol fundamental. Aprender de los que ya han caído y tropezado es fundamental. Emprender sin trazar un buen plan con ayuda de otros, es como lanzarse a construir una casa sin planos ni herramientas.